Título: Yo maté a Kennedy
Autor: Manuel
Vázquez Montalbán (1939-2003)
Cubierta: Espinosa
Editor: Plaza
& Janés Editores (Barcelona)
Edición: 1ª ed.
Fecha de edición: 1977-02
Descripción física: 188, 4 p.; 10,5x18,5 cm.
Serie: Rotativa #180
ISBN: 978-84-01-44186-8 (84-01-44186-2)
Depósito legal: B.
6.798-1977
Estructura: divisiones
sin numeración
Información sobre impresión:
GRAFICAS GUADA, S.A.
- Virgen de Guadalupe, 33
Esplugas de Llobregat
(Barcelona)
Información de contracubierta:
«Yo maté a Kennedy»
son las ficticias memorias de un imaginario guardaespaldas gallego de John F.
Kennedy. En una falsa Casa Blanca de unos Estados Unidos imaginarios, que el
autor ha recreado con la ayuda perversa de la información de la «mass-media»,
un español reflexiona sobre su papel en el mundo. Esta obra puede situarse
dentro de la literatura de política-ficción, que el autor ya ensayó en una de
sus obras anteriores. Los personajes se convierten en pretexto para la
fabulación del desorden del mundo, de ese mundo moderno desquiciado y absurdo.
MI COMENTARIO:
La novela presenta al presidente John
F. Kennedy y su séquito de manera fantástica, con ellos viviendo en el “palacio de las siete
galaxias”, dónde se comportan de una forma más bien excéntrica. Una especie de presidencia alternativa a la que realmente ocurrió.
En ese microcosmos actúa Pepe Carvalho, un ex comunista español que ahora
trabaja para la CIA, y también para Bacterioon, una misteriosa organización
política clandestina. No es fácil identificar a Carvalho:
Ninguna
descripción de Carvalho coincide con la anterior y ya no queda ninguna
esperanza de que pueda coincidir con la ulterior. En La Paz, tras el atentado
contra Paz Estensoro, Carvalho era un hombre delgado, alto, aquilino, muy
moreno, de ojos magnéticos. En Siria, después de la última intentona del Baas,
Carvalho es un oscuro, pequeño hombre calvo con lentes bifocales. En Kenia
sería un tragasables rubio panocha. ¿Quién es Pepe Carvalho? Todos los informes
sobre él son muy secretos, pero también muy inútiles. Con él llega la muerte,
silba y se lleva las vidas como imantadas. No tiene una línea previsible de
acción. Ni siquiera sus acciones son continuadas, más bien diríase que alterna
la acción rápida con largos períodos de inacción que sirven para el desarrollo
de su mito. Hoover cree que Carvalho no existe, que Bacterioon no existe, que
todo es obra de las fuerzas tradicionales: las internacionales de la masonería,
el comunismo y los sodomitas.
Terminada la lectura, quedé con la sensación
de que hubo dos Carvalhos. Quizás me perdí de algo en esos párrafos
fantásticos, irónicos y experimentales. La cuestión es que el “Carvalho 1”
trabaja como guardaespaldas de Kennedy; desde su posición, describe el
funcionamiento de una familia casi monárquica. El “Carvalho 2” es un asesino
internacional que activa las alarmas de las agencias de seguridad, queriendo
ingresar a EEUU para matar al presidente. Esta línea de la novela tiene
momentos divertidos y otros fácilmente olvidables (incluso varios protagonistas
enuncian poemas, bastante buenos por cierto). Sin embargo, hay otra línea que
es la que me interesó realmente, la integrada por las digresiones conspirativas
y relativas al mundo del espionaje que surgen del agente Carvalho o de sus
jefes. Ciertamente Vázquez Montalbán manejaba buena información al respecto, lo
que me dejó sorprendido y muy intrigado. Es verdad que el asesinato de JFK fue
el gran disparador del conspiracionismo de las últimas décadas del siglo XX, el
cual actualmente vive un clímax que promete continuar. Ahora, que un novel
escritor barcelonés a finales de los ’60 haya hecho un resumen (¿voluntario?)
de teorías conspiranoicas de envergadura muestra una ambición inaudita en la
España de entonces. Con un poco de malicia, se puede pensar que Vázquez M.
también fue parte de un esquema de manipulación de la información, y que esta
novela intentó difundir mensajes encriptados. La realidad siempre es más
trivial: quizás sólo fue un divertimento de alguien muy inteligente con acceso
a fuentes ricas en verdades y mentiras. Después de todo, en algún momento de su
vida, el autor afirmó que a los dieciocho años ya tenía cuarenta.
He aquí algunos párrafos conspiratrónicos y espionísticos
(¡siempre quise usar estos neologismos!), unos enunciados por Khan y Sylvester,
dos de los cerebros privilegiados que asesoran a Kennedy, otros por el veterano
agente Wonderful o el propio Carvalho:
Mister
Phileas Wonderful es en la actualidad un experto en propaganda norteamericana.
En momentos difíciles para el prestigio USA, Wonderful sabe convertir las
derrotas en victorias, los asesinatos en beneficencia, las invasiones en
turismo, la coacción en protección. Wonderful es el supervisor de los slogans que en todo el mundo reciben los agentes internacionales
de la USIS [United States Information Service], en un cómodo aunque delicado retiro.
Nuestro
trabajo [dice Wonderful] tiene un nivel de modificación poética de la historia: somos lo único que
se enfrenta a la descarada con el avance del comunismo, precisamente porque no
nos importa que a la larga gane. Se trata de un mero desafío técnico: cuánto
tiempo seremos capaces de ir entreteniendo ese avance. Es una actividad mucho
más bonita que contribuir al avance. La grosería moral del revolucionario salta
a la vista. Un revolucionario es, como el santo, el mártir o la virgen, un
ventajista repugnante. Usted mismo puede haberlo comprobado.
Para él [J. Edgar Hoover] Pepe Carvalho
es un buen profesional del crimen, pero no por ello deja de ser lo más parecido
a un puertorriqueño. Para Hoover el único gallego importante es el general De
Gaulle. Los conocimientos históricos de Hoover están en relación inversa con su
obscena confianza en sí mismo.
[...] Uno
de los secretos más celosamente guardados por la CIA es una academia de agentes
estructuralistas, posteriormente infiltrados en las universidades europeas. Uno
de los mayores éxitos de estos agentes fue el ataque cardíaco que sufrió Pierre
Vilar cuando un alumno norteamericano le aseguró que Marx había frustrado, y
por lo tanto usurpado, la posibilidad coyuntural de otro Marx más inteligente y
más marxista; la época estaba en condiciones de proporcionarlo.
Khan
habita en la parte superior de la cuarta galaxia. Está por encima del mismísimo
trust de los cerebros que rodea habitualmente a Kennedy. Tiene un hilo
telefónico especial en conexión con la isla californiana donde un grupo de
científicos vaticina el devenir de todo mediante el cálculo de probabilidades.
[...] La
guerra atómica nunca ocurrirá, según él y será definitivamente sustituida por
la serie de guerras convencionales (guerras civiles entre el bien y el mal) en
zonas marginales de la tierra. La guerra de España, según Khan, ya fue un ensayo
general de la nueva estrategia. Claro que allí no se daba como contexto el
peligro de una destrucción nuclear, pero sí el peligro de un conflicto
universal, que pese al resultado óptimo de aquella guerra, no pudo evitarse.
Su lema
predilecto [el de Sylvester] es: «La Humanidad será perfecta el día en que prescinda
definitivamente del principio idealista de que el hombre es la medida de todas
las cosas». Khan, de acuerdo en el fondo, sostiene que hasta llegar a la plena
asunción de esta filosofía media un período histórico muy peligroso en el que
serán liquidadas las verdades morales, ideológicas y emotivas. Pero ambos
monstruos se entusiasmaron con la aparición de Kennedy: «Kennedy —declaró
Sylvester al redactor de Christian Science Monitor— dará un acelerón considerable a ese período de liquidación, al mismo
tiempo desarmará a la derecha americana y a la izquierda universal».
Forzando la interpretación de su carrera,
puedo pensar que Vázquez M. se estaba postulando para escritor sobre tramas
ocultas de alcance global. Quizás algo de eso hubo, aunque tuvo que trasladar a
su personaje a las tierras negras de la novela detectivesca. Una vez con fama y
fortuna, Carvalho volvió al espionaje en 2 o 3 novelas bastante posteriores. Su
creador se fue convirtiendo en una especie de conciencia alternativa de la
España democrática, buscando su refundación (hoy quizás estaría de acuerdo con
su inminente desintegración). ¡Qué gran movilizador de fantasías fue el
asesinato de Kennedy!