Autora: Helen MacInnes (1907-1985)
Título original: Decision
at Delphi (1960)
Traducción: José María Claramunda Bes
Cubierta: Javier Noguera/Printer
Editor: Círculo de Lectores (Barcelona)
Edición: 1ª ed.
Fecha
de edición: 1972
Descripción
física: 508 p.; 12,5x20 cm.: tela
ISBN: 978-84-226-0318-4 (84-226-0318-7)
Depósito
legal: B. 9567-1972
Estructura: 30 capítulos
Información
sobre impresión:
Edición
no abreviada
Licencia
editorial para Círculo de Lectores por cortesía de Ediciones Zeus
Compuesto
en Garamond 10
Impreso
y encuadernado por Printer, industria gráfica sa
Tuset, 19 Barcelona 1972
Prólogo:
El arte
de novelar, de producir relatos de ficción, ha sufrido en los últimos años
transformaciones fundamentales y está en la actualidad atravesando una crisis
violenta, poderosa, que afecta igualmente a su fondo —es decir, a lo que
constituye el objeto de la narración— y a su forma o técnica constructiva. Las
más recientes tendencias en la novela, tras considerar superada la fase
psicológica o de diálogo interior, apuntan a una especie de primitivismo
teórico, adoptado como una actitud apriorística, en la que el escritor debe
limitarse a describir lo que ve, con un mayor o menor grado de ilación, pero
sin irrumpir directa ni indirectamente en el curso del relato con su propia
personalidad.
Sigue
esta escuela, en todo el mundo, una minoría intelectual que, en su loable y
meritorio intento de renovación, apenas empieza a conquistar de verdad la
atención del lector medio. Al lado de los seguidores de las nuevas tendencias
—y no por debajo ni por encima de ellos— siguen trabajando en su oficio de
narradores numerosos escritores de grandes méritos, que no se consideran
llamados a revolucionar el mundo de la novela o no creen necesaria tal
revolución, y se esfuerzan en producir sus obras bajo el signo de una
aspiración no menos noble: la de interesar al lector y apasionarle con una
narración ágil, eficaz, y alcanzar al mismo tiempo un alto nivel literario y un
grado de profundidad psicológica.
Helen
MacInnes, la autora de DECISION EN DELFOS, debería incluirse entre los
escritores de este último grupo. Dotada de una sólida cultura cuyas bases
adquirió en la Universidad de Glasgow —su ciudad natal, en Escocia— y en el
University College de Londres, y vinculada a través de su marido a la vida
universitaria de Estados Unidos, hubiera, sin duda, podido inscribirse en las
filas de los escritores más insobornablemente intelectualistas. Acaso su viva
inclinación por el contacto con el público —contacto iniciado ya en sus
actuaciones teatrales y cinematográficas de antes de la guerra— la indujera, a
la hora de elegir el camino de escritora y novelista, a decidirse por la vía de
la narración dinámica, llena de interés humano, sin prejuicios de escuela, en
la que ha destacado merecidamente en Estados Unidos, su país de adopción desde
1951.
Su
primer libro, una historia de espionaje, causó auténtica sensación, no sólo
entre el público sino entre los críticos norteamericanos, quienes vieron en
Helen Maclnnes, desde el primer momento, una personalidad intensa, y una
habilidad, ciertamente rara, para la ideación de argumentos y la composición novelística.
Cada una
de sus obras posteriores —que alcanzan casi la docena— ha confirmado y
fortalecido esta opinión, y ha contribuido a aumentar la popularidad de su
nombre, no sólo en Estados Unidos sino en el resto del mundo.
DECISION
EN DELFOS, la obra que hoy presentamos a los lectores del Círculo, ha llegado a
nosotros con la aureola del libro de éxito, del más raro de los éxitos: el que
se produce espontáneamente como resultado, no de una campaña publicitaria más o
menos estruendosa, sino del unánime sentir de todos los amantes de la moderna
novela de acción.
El abuso
con que, recientemente, se ha echado mano del vocablo suspense nos induce a
rehuir su empleo en este caso, a pesar de que en pocas obras como en DECISION
EN DELFOS cabe encontrar con tanta pureza y efectividad los elementos que
provocan indefectiblemente en el ánimo del lector la tensión creciente,
característica de las llamadas novelas de suspense.
Y nos
resistimos a catalogar DECISION EN DELFOS dentro de esta categoría, porque,
aparte de su valor literario, que nadie mejor que el lector podrá juzgar, es
evidente que el alcance de su ambición es mucho más vasto, mucho más universal,
que el mero propósito de intrigar a un número más o menos multitudinario de
lectores.
En una
época en que, en el arte de novelar, se incurre con frecuencia en la
improvisación, la gratuidad y el puro efectismo, Helen Maclnnes ha construido
una obra trabajada, sólidamente asentada sobre una base de conocimientos, de
información previa, que habrá exigido a su autora una larga preparación y una
consagración casi total a su empresa.
El
escenario de la política mundial y de las ideologías extremistas, los años de
guerra en Grecia y la efervescencia de la paz prestan a DECISION EN DELFOS un
carácter de documento que, a la par que aumenta en grado superlativo su valor
literario, colabora a acentuar la verosimilitud de la intriga internacional
—puramente imaginaria,, pero pavorosa mente posible— que discurre a lo largo de
toda la novela como un fondo musical apenas insinuado al principio y
progresivamente más fuerte, hasta que llega a imponerse con un fragor
estremecedor en las últimas páginas de la novela.
Tras
unas breves y agudas pinceladas en las que se presenta al lector el
protagonista en el momento de emprender lo que parece y pretendía ser un simple
viaje profesional a Grecia, se insinúa ya el siniestro fondo de misterio que,
poco a poco, habrá de desarrollarse trágicamente hasta su plena orquestación.
Con meticulosa exactitud, Helen Maclnnes teje en torno del protagonista la
densa red de intrigas en que se verá preso antes de que lo advierta él mismo, y
que habrá de llevarle al borde de la muerte.
Rasgo
peculiar de la autora de DECISION EN DELFOS es el empleo de un humorismo sutil,
elegante, que, lejos de entorpecer el dramatismo de las situaciones planteadas,
lo pone de relieve por el mismo hecho de prestarles mayor realismo. Ninguno de
sus críticos americanos ha dejado de hacer hincapié en esta peculiaridad, tan
rara entre los escritores de novelas de suspense.
La
acción de la novela discurre en 1959, en plena era de paz —o de guerra fría—,
pero su motivación arranca de 1943, la época de la máxima actividad guerrillera
en Grecia, cuando, en el noble país que fue cuna de nuestra cultura, la
situación era sumamente confusa y apenas cabía hacer distinciones entre
patriotas auténticos y agentes al servicio de las potencias extranjeras. Tiempo
de agitación y de irresponsabilidad, de heroísmo y de cobardías incalificables,
de abnegación y de crueldades sin límites, no podía menos de dejar un poso de
odio, de venganzas al acecho, en espera de una oportunidad que podía
presentarse cinco, diez, o quince años más tarde.
Entretanto,
no faltaba quien seguía actuando, calladamente, trabajando en la preparación de
un vasto plan de reforma mundial, de destrucción universal, que había de
acarrear la aniquilación de una civilización y una cultura, empleando para ello
las armas más eficaces: el odio, la desconfianza entre las naciones, la
creación, en suma, de un estado de incomprensión tal que bastara el menor
chispazo para provocar la deflagración más arrasadora de la historia de la
humanidad.
Provista,
pues, de un peso específico del que, por desgracia, carecen buen número de las
actuales producciones novelística' de éxito, DECISION EN DELFOS constituye una
excepción por sí misma dentro de un plano de la literatura narrativa que,
precisamente, no pretende ser excepcional sino, únicamente, cumplir una
función.
Por esta
calidad de excepción, por este peso específico innegable, que añade un nuevo
atractivo a la mera novela de imaginación, hemos creído interesante dar a
conocer esta obra y, a través de ella, poner de relieve la personalidad de esta
nueva escritora, destinada sin duda a ver popularizado su nombre entre nosotros
como lo ha sido en su propio país.
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