Autor: Morris West (1916-1999)
Título
original: The
ambassador (1965)
Traducción: Carlos Vega
Cubierta: Will Faber
Editor: Editorial Pomaire (Barcelona;
Santiago de Chile)
Fecha de edición: 1965
Descripción
física: 291, 2 p.; 11x17,5 cm.
Serie: Grandes novelas de hoy #101
Depósito
legal: B.
8.619-1965
Estructura: 12 capítulos
Información sobre impresión:
Emegé -
Enrique Granados, 91 y Londres, 98 - Barcelona
Información de contracubierta:
Vietnam del Sur. Viet Cong. China comunista. Pathet Lao. El Departamento de
Estado. El Pentágono. De Gaulle y su neutralismo para el sudeste de Asia. Estos
nombres, entre otros, encuadran el espacio en que se mueve esta nueva novela de
el autor de Las Sandalias del Pescador. El tiempo transcurre veloz e intenso,
entre la vida y muerte del dictador de Vietnam del Sur, que es uno de los
personajes clave de esta novela llamada a apasionar a los lectores
contemporáneos. Y se trata, nada menos, que de un dictador que despertará toda
suerte de analogías en el recuerdo de los lectores bien informados. El budismo
perseguido, bonzos ardiendo como antorchas, minorías católicas que buscan la
protección de sus fieles y, detrás de toda la agitación y la intriga, un
hombre: El Embajador. Un hombre llamado por la Historia para ejercer justicia
en medio del caos revolucionario, y que, sin embargo, confiesa no tener
confianza en la justicia que representa. Un hombre enviado por su país para
defender la autodeterminación del pueblo Sudvietnamita, y que, sin embargo, no
cree siquiera en la autodeterminación de sí mismo. Un hombre destinado a
anunciar la libertad en medio de un pueblo amenazado y que, no obstante, cae en
la cuenta de que su propia libertad está en tela de juicio. Este hombre,
llamado Maxwell Gordon Amberley, es el embajador de los Estados Unidos de
Norteamérica en Vietnam del Sur y protagonista principal de esta novela de Morris
West. Difícilmente podrá marginarse de este drama aquel lector medianamente
consciente de la aventura que está corriendo nuestro mundo en el Sudeste de
Asia; y más difícilmente aún podrá desinteresarse de los interrogantes crueles
y vitales que West plantea a través de sus personajes.
MI COMENTARIO:
Maxwell Gordon Amberley, experimentado
diplomático estadounidense, es nombrado embajador en la República de Vietnam
del Sur. Este país está en una encrucijada imposible: por un lado, sufre la
subversión comunista y la guerra con Vietnam del Norte; por otro lado, su
presidente Phung Van Cung, un católico recalcitrante, mantiene una peligrosa
tensión con la mayoría de su pueblo, de religión budista, lo que lleva a parte
del ejército a planear un golpe de estado. A todo ello se suma la polémica
presencia de soldados norteamericanos, que ayudan a evitar la invasión
comunista, y las intrigas que genera Francia, auspiciando el estatuto de país
neutral para Vietnam del Sur, lo que le facilitaría negocios con enormes ganancias.
Amberley está imbuido de las enseñanzas de Musó
Soseki, monje japonés del budismo zen; se aferró a ellas tras la muerte de su
esposa. Sin embargo, este bagaje poco le servirá en la complejidad del clima
político y religioso de Saigón, donde, al poco de llegar, casi muere en un
atentado contra su vida. Se entrevista varias veces con el presidente Cung,
descubriendo a un político testarudo, incapaz de encontrar una solución a la
situación de su país, pero muy talentoso en mantenerse en su cargo, a través de
la intriga y la represión. Amberley va conociendo a varios personajes, entre
ellos Harry Yaffa, jefe de la CIA en Vietnam del Sur. Yaffa es la encarnación
misma del pragmatismo y la razón de estado, y será el validador final del plan
para derrocar a Cung. El embajador intentará impedirlo, pero la vorágine de los
acontecimientos terminará por vencerlo. La situación termina siendo peor: el
presidente depuesto es asesinado por sus captores; Amberley entra en una
profunda crisis, y la novela termina con él y Soseki buscando una salida
espiritual a tanto desastre.
Siempre me intrigó esta novela, sobre todo si
entraba en el alcance de la literatura de espionaje. Realmente fue una
agradable sorpresa: West demuestra un gran conocimiento de la situación del
Vietnam de aquel entonces y de las fuerzas que giraban en torno de ese país
dividido, pero, sobre todo, vuelca ese conocimiento en un gran relato,
estimulante y atractivo, a diferencia de otros bestsellers que suelen producir
rimeros de datos con forma de novela. Un punto fuerte es la relación que se
establece entre el embajador y el presidente: Amberley asiste al último gran
indígena colonizado, una persona tenebrosa y ciertamente equivocada, pero que
al sentirse víctima de las circunstancias se aferra al poder y a sus
convicciones religiosas y prooccidentales y decide utilizar los resortes
secretos del gobierno para persistir en su intento de salvar a Vietnam del Sur.
El camino de Cung al infierno está muy bien contado, sobre todo porque West
resalta el misterio que envuelve todo tránsito político. También es importante el interés que tiene sobre el budismo como factor político, con una población
que resiste tanto a un presidente católico como a una subversión comunista.
Queda el interrogante de si el budismo podría derivar en una alternativa
política de alcance regional, integrando a los países con mayorías de esa
religión (en un momento se dice que el marxismo de Ho Chi Minh terminará
absorbido por los postulados de Buda). West, como católico que era, siente una
íntima atracción por esa religión oriental que, como decía el historiador Will
Durant, tenía el destino de combinarse con el cristianismo en el Medioevo para
crear una nueva cultura humana de amor y paz, destino truncado por la aparición
del Islam. Sin embargo, frente a estas religiones se eleva otra, el culto al espionaje
y la intriga política que atravesó el siglo XX; su credo queda bien expresado
por el tranquilo Sr. Yaffa:
—Creo
que soy un intrigante por naturaleza. Me gusta lo que hago. No respeto
demasiado la naturaleza humana, o a mí mismo. En el mejor de los casos, el
hombre es una bestia medio civilizada, y entonces necesita de un policía para
mantenerle decente en las calles y a tipos como yo para sacarles los ases de la
manga cuando se juega póquer internacional... ¿Yo? Soy un buen perro guardián
porque no me ilusiono por nada. Si su mejor amigo no se interesa por el dinero
de la familia, es porque le tiene un ojo puesto a su esposa. La gente es tan
honrada como puede; y en cuanto se presenta el sexo, el poder del hombre o algo
que necesitan verdaderamente, no son nunca honrados. Yo soy un bicho raro
también, de manera que nada me sorprende, nada me asombra y siempre estoy
dispuesto a calcular mis apuestas. Eso me transforma en un buen agente. ¡Pero
no en el hombre con el cual usted desearía que se casara su hija!
—¿Y
confía en sí mismo, Harry?
—Más que
en cualquier otro, porque me conozco mejor que al resto..., aun cuando no esté
contento de mí mismo.
—Es una
filosofía muy árida.
No hay comentarios :
Publicar un comentario