viernes, 9 de noviembre de 2018

EL EMBAJADOR, de Morris West (Pomaire)

Título: El embajador
Autor: Morris West (1916-1999)
Título original: The ambassador (1965)
Traducción: Carlos Vega
Editor: Editorial Pomaire (Santiago de Chile; Barcelona)
Edición: 1ª ed.
Fecha de edición: 1965
Descripción física: 299 p.; 11x17 cm.
Serie: Grandes novelas de hoy #101
Estructura: 12 capítulos
Información sobre impresión:
Impreso por Emegé
Calle Londres, 98
Barcelona

Información de contracubierta:
El creador de “Las Sandalias del Pescador” y “La Torre de Babel” sitúa esta novela en la tierra martirizada de Vietnam. Es una de las mejores obras de WEST. Se entrelazan en ella la vida y la muerte, la fe y la duda.
La acción gira en torno a un personaje norteamericano: Maxwell Gordon Amberley. El es EL EMBAJADOR de los Estados Unidos en Vietnam del Sur. Su país le envió como mensajero de la libertad, como símbolo y agente de la justicia, como defensor de la autodeterminación de los pueblos. Pero, en su fuero íntimo, EL EMBAJADOR no tiene plena confianza en la justicia que representa, piensa que su propia libertad está en tela de juicio y debe enfrentar sus ideas y sus métodos políticos con el dictador vietnamita, que ejerce su poder desde el palacio de Saigón. La “guerra eterna” de Vietnam, el conflicto más agudo y obsesionante de nuestra época, se perfila en esta novela de MORRIS WEST con un dramatismo realista, envuelto en una red de intrigas, de violencia y de interrogantes expresados con descarnada sinceridad, que el autor plantea a través de sus personajes.

MI COMENTARIO:
Maxwell Gordon Amberley, experimentado diplomático estadounidense, es nombrado embajador en la República de Vietnam del Sur. Este país está en una encrucijada imposible: por un lado, sufre la subversión comunista y la guerra con Vietnam del Norte; por otro lado, su presidente Phung Van Cung, un católico recalcitrante, mantiene una peligrosa tensión con la mayoría de su pueblo, de religión budista, lo que lleva a parte del ejército a planear un golpe de estado. A todo ello se suma la polémica presencia de soldados norteamericanos, que ayudan a evitar la invasión comunista, y las intrigas que genera Francia, auspiciando el estatuto de país neutral para Vietnam del Sur, lo que le facilitaría negocios con enormes ganancias.
Amberley está imbuido de las enseñanzas de Musó Soseki, monje japonés del budismo zen; se aferró a ellas tras la muerte de su esposa. Sin embargo, este bagaje poco le servirá en la complejidad del clima político y religioso de Saigón, donde, al poco de llegar, casi muere en un atentado contra su vida. Se entrevista varias veces con el presidente Cung, descubriendo a un político testarudo, incapaz de encontrar una solución a la situación de su país, pero muy talentoso en mantenerse en su cargo, a través de la intriga y la represión. Amberley va conociendo a varios personajes, entre ellos Harry Yaffa, jefe de la CIA en Vietnam del Sur. Yaffa es la encarnación misma del pragmatismo y la razón de estado, y será el validador final del plan para derrocar a Cung. El embajador intentará impedirlo, pero la vorágine de los acontecimientos terminará por vencerlo. La situación termina siendo peor: el presidente depuesto es asesinado por sus captores; Amberley entra en una profunda crisis, y la novela termina con él y Soseki buscando una salida espiritual a tanto desastre.
Siempre me intrigó esta novela, sobre todo si entraba en el alcance de la literatura de espionaje. Realmente fue una agradable sorpresa: West demuestra un gran conocimiento de la situación del Vietnam de aquel entonces y de las fuerzas que giraban en torno de ese país dividido, pero, sobre todo, vuelca ese conocimiento en un gran relato, estimulante y atractivo, a diferencia de otros bestsellers que suelen producir rimeros de datos con forma de novela. Un punto fuerte es la relación que se establece entre el embajador y el presidente: Amberley asiste al último gran indígena colonizado, una persona tenebrosa y ciertamente equivocada, pero que al sentirse víctima de las circunstancias se aferra al poder y a sus convicciones religiosas y prooccidentales y decide utilizar los resortes secretos del gobierno para persistir en su intento de salvar a Vietnam del Sur. El camino de Cung al infierno está muy bien contado, sobre todo porque West resalta el misterio que envuelve todo tránsito político. También es importante el interés que tiene sobre el budismo como factor político, con una población que resiste tanto a un presidente católico como a una subversión comunista. Queda el interrogante de si el budismo podría derivar en una alternativa política de alcance regional, integrando a los países con mayorías de esa religión (en un momento se dice que el marxismo de Ho Chi Minh terminará absorbido por los postulados de Buda). West, como católico que era, siente una íntima atracción por esa religión oriental que, como decía el historiador Will Durant, tenía el destino de combinarse con el cristianismo en el Medioevo para crear una nueva cultura humana de amor y paz, destino truncado por la aparición del Islam. Sin embargo, frente a estas religiones se eleva otra, el culto al espionaje y la intriga política que atravesó el siglo XX; su credo queda bien expresado por el tranquilo Sr. Yaffa:

—Creo que soy un intrigante por naturaleza. Me gusta lo que hago. No respeto demasiado la naturaleza humana, o a mí mismo. En el mejor de los casos, el hombre es una bestia medio civilizada, y entonces necesita de un policía para mantenerle decente en las calles y a tipos como yo para sacarles los ases de la manga cuando se juega póquer internacional... ¿Yo? Soy un buen perro guardián porque no me ilusiono por nada. Si su mejor amigo no se interesa por el dinero de la familia, es porque le tiene un ojo puesto a su esposa. La gente es tan honrada como puede; y en cuanto se presenta el sexo, el poder del hombre o algo que necesitan verdaderamente, no son nunca honrados. Yo soy un bicho raro también, de manera que nada me sorprende, nada me asombra y siempre estoy dispuesto a calcular mis apuestas. Eso me transforma en un buen agente. ¡Pero no en el hombre con el cual usted desearía que se casara su hija!
—¿Y confía en sí mismo, Harry?
—Más que en cualquier otro, porque me conozco mejor que al resto..., aun cuando no esté contento de mí mismo.
—Es una filosofía muy árida.
—Es un mundo árido, señor embajador. Pero, a mi modo, me las arreglo, aunque sea a patadas. Y cuando ya no pueda dar patadas, me largo. —Rió entrecortadamente—. Es una de las ventajas de mi negocio. ¡Conozco muchas formas de morir fácilmente!

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