Título: Trampa...
Autor: Henry Teillay
Título original: Traqué... (1981)
Traducción: M. Cristina Sardoy
Prólogo: Jean Lartéguy
Editor: Editorial Atlántida (Buenos Aires)
Edición: 1ª ed.
Fecha de edición: 1982-05-06
Serie: Colección Libro elegido
ISBN: 978-950-08-0052-5 (950-08-0052-7)
Estructura: 5 partes
Información sobre impresión:
Esta edición se terminó de imprimir el 6 de mayo de 1982 en los talleres gráficos de Escobar. Es una publicación de Editorial Atlántida, Azopardo 579, Buenos Aires, Argentina.
Información de contracubierta:
Eroan de Kervadec, oficial - Ouessant, mercenario. Un solo hombre. Un hombre solo. A los cincuenta años ya ha visto y soportado todo, no cree en nada. Quiere olvidarse de la guerra, de las derrotas, de los muertos. Pero no se rompe un compromiso con los mercenarios. Entonces huye. Perseguido sin tregua, acorralado sin piedad, se interna en la selva, selva africana, selva ciudadana. Un amigo y una mujer le devuelven la confianza y el amor. Pero, ¿no es eso también una seguridad engañosa, la trampa en la que sus antiguos compañeros pueden prenderlo?
Un relato alucinante y lleno de ternura. A un ritmo infernal el autor de esta novela, Henry Teillay, nos arrastra precisamente hasta el infierno.
Prólogo de Jean Lartéguy:
Desde la landa de Coëtquidan, donde uno deja de ser hombre para transformarse en oficial, hasta el pueblo de pigmeos donde muere, en el fondo de África, destruido por la gangrena, como Perkins, el héroe de Malraux en La Voie Royale. Ese es el destino caótico, cruel, desesperado de Eroan, que reinó en un ejército de treinta mil negros al mando de mercenarios. Sin ilusiones por aquellos a quienes servía, sin odio hacia aquellos a quienes combatía. Rodeado de hombres como él, soldados perdidos que en las selvas de Indochina, las montañas de Argelia, la laterita y las marismas africanas, en combates dudosos, olvidan el honor y la fe de sus veinte años, para refugiarse en una extraña fidelidad a las reglas del clan fuera de la ley, estos mercenarios que los Estados africanos compran y luego echan. Y que fueron bautizados como “los Horribles”.
En semejante destino sólo sobreviven los recuerdos de las amistades de la adolescencia, el amor que se rechaza y luego se encuentra, demasiado tarde, al pie de una sonda incendiada.
Me pareció que el hermoso libro de Henry Teillay, Acorralado, tiene algo de autobiográfico. Es el grito violento, desesperado de un hombre que esperó, exigió demasiado de sí mismo y de los demás. Y que muere por ello.
¿Pero cuál es el mejor destino?... Aceptar la vida y sus compromisos inevitables como lo hace el formal Jacques, que triunfa en su brillante carrera con el negocio del petróleo. Pero la llegada de Eroan con su leyenda, los recuerdos de una juventud en común, vivida en la exaltación, lo obligan a poner en tela de juicio esa existencia cómoda de alto ejecutivo apoyado por un suegro que está a la cabeza de una sociedad del Estado. Eroan le recuerda que toda vida exitosa es a menudo una traición y que existen fracasos más honorables.
Este libro es cruel, a veces insostenible como la parte dedicada a la expedición a las arenas y las rocallas del Tibesti y que termina con una toma de rehenes y la forma en que se los usa.
Y es allí donde el libro encuentra su verdadera dimensión. Por un lado los protegidos, viviendo en su planeta aséptico, los hombres del poder, especies de computadoras que engullen todo tipo de datos políticos, económicos; por el otro el sufrimiento de los individuos que ellos ignoran, su honor ridiculizado... Y esta distancia abismal entre el Occidente tranquilizador y los que pagan por él los odios, las codicias que él ha excitado más por su inconsciencia que por su ambición.
Y Eroan que rechaza todo esto, por orgullo, en nombre de su código de honor, otro honor que él mismo ha inventado, basado sobre lo esencial y no sobre las morales, esas leyes en las que él y los suyos ya no creen.
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