lunes, 22 de julio de 2024

LA CUENTA SUIZA, de Leslie Waller (Pomaire, Buenos Aires, 4ª ed.)

Título:
La cuenta suiza
Autor: Leslie Waller (1923-2007)
Título original: The Swiss account (1976)
Traducción: Aníbal Leal
Editor: Editorial Pomaire (Buenos Aires)
Edición: 4ª ed.
Fecha de edición: 1978-03
Descripción física: 542, 2 p.; 13,5x20 cm.: solapas
Estructura: 6 partes, 62 capítulos
Información sobre impresión:
Este libro se terminó de imprimir el día 24 de abril de 1978 en Imprenta de los Buenos Ayres, S.A., Rondeau 3274, Buenos Aires, Argentina.
La edición consta de seis mil ejemplares.
 
Información de contracubierta:
Suiza es un país en el que poquísimas cosas comienzan, pero muchas terminan
 
Información de solapas:
Suiza es un país en el que poquísimas cosas comienzan, pero muchas terminan
F. Scott Fitzgerald
 
A Matt Burris siempre se le encomendaban las misiones más difíciles, y si alguien podía infiltrarse en la organización bancaria suiza ése era él. Sin embargo sólo pudo cumplir su tarea utilizando recursos verdaderamente insospechados.
Margit Staeli era la heredera de una de las fortunas más grandes de Europa, pero su tío Dieter no quería mujeres a la cabeza de la empresa y confiaba en que el día que la muchacha se casara con Erich, su prometido, las cosas se solucionarían solas.
Cuando estos personajes se encuentran, la pacífica Suiza se transforma en el escenario de un juego mortal, en el que no sólo están en juego millones de francos sino también varias vidas humanas.
La novela transcurre en un ambiente de intrigas que se planean en viejas mansiones, dentro de coches de lujo que se persiguen por autopistas interminables, en restaurantes en los que hay que saber por lo menos tres idiomas para poder desayunar, en despachos desde los cuales se gobierna el mundo.
El choque producido entre las aspiraciones personales y los intereses del mundo de los negocios envuelve a los personajes en una maraña de traiciones, sexo y violencia, en medio de la cual hay, de vez en cuando, un gesto tierno, un amor auténtico, un sacrificio desinteresado.
Al atractivo del argumento hay que sumarle el interés de descubrir una imagen de un país y de ciudades que creíamos conocer. Con mucho humor y fina ironía el autor nos va presentando el rostro desconocido de los suizos.
El autor es un verdadero experto en la materia y nos revela los secretos de la evasión de divisas, de los institutos de belleza para mujeres internacionalmente famosas y de la forma cómo operan los Bancos para mantener inviolable el secreto de los depósitos que se hacen desde el extranjero.
 
Leslie Waller comenzó su carrera literaria como periodista, oficio que le permitió adentrarse en ambientes diversos y que le proporcionó un profundo conocimiento del mundo que describe. Entre sus novelas más famosas figuran The Banker, The Family y The Coast of Fear. Pasa parte del año en Nueva York y el resto en Europa.
 
MI COMENTARIO:
De las novelas de décadas pasadas que encontré en mis búsquedas, La cuenta suiza era una de las que más me intrigaba. Evidentemente, trataba sobre el manejo financiero en Suiza, pero quería saber si incluía el espionaje en su historia, y qué estilo tenía, ya que posee una cantidad de páginas importante. Debo decir que me sorprendió: Waller se toma su tiempo para realizar una radiografía no sólo de los negocios que puede tener un gran banco helvético, sino que también desnuda al país mismo. Es una verdadera novela sobre el espíritu suizo. Waller no se enfoca en el folklore o en las bellezas turísticas (aunque también aparecen), sino que nos permite conocer una sociedad cerrada (por lo menos hasta los años ’70), donde las mujeres tienen limitados derechos básicos, con los hombres poderosos decididos a mantenerlas así. Es un país retrógrado con dinero. Sin embargo, la figura de Margit Staeli, heredera de la gran fortuna familiar, educada en Estados Unidos, sexualmente activa, se erige como la posibilidad de un cambio desde adentro. Pero la novela tiene varias líneas de acción más, que van desde un intrigante negocio electrónico con empresas japonesas, hasta el delirio geopolítico de Woods Palmer, ex director ejecutivo de UBCO, uno de los mayores bancos americanos, que vive cerca de Lugano. Palmer fue protagonista de una trilogía bestseller de Waller, compuesta por El banquero (1963), La familia (1968) y El americano (1971). Alguna fuente web que no registré decía que apareció en varios libros más, aunque de forma secundaria; La cuenta suiza lo confirma (curiosamente, los sitios webs más importantes sobre ficción no certifican esta serie). Palmer mueve a Matt Burris, ejecutivo de UBCO, desde su puesto en Japón a Basilea para que contribuya con una misión secreta a tomar el control de las finanzas del país. En una charla con Curtis, encargado de las operaciones secretas de UBCO, el director retirado confiesa sus propósitos megalómanos:

—Hay que aprender a descifrar el lenguaje de los economistas —dijo (Palmer)—. Más de la mitad del mundo se encuentra en vísperas de graves problemas. Pero nosotros no formamos parte de esa mitad.
—Me alegra saberlo. ¿Quién los sufrirá?
—Los pueblos subdesarrollados —Palmer esbozó un gesto—. Yo no inventé el término. La gente marginal está demás. No se trata de los desocupados. Demonios, eso puede ocurrirle a cualquiera. Ocurre que esa gente no sabe hacer nada que le permita ganarse la vida.
—¿Ni siquiera cavar zanjas?
—Ni siquiera eso. Las máquinas lo hacen cien veces mejor y más rápido.
—¿Cultivar alimentos, o algodón?
—Muy pronto no se necesitarán brazos para ejecutar esas tareas —dijo Palmer con una sonrisa seca—. Ahora todo se hace con máquinas. Antiguamente un campesino de los lugares más remotos de África o Vietnam podía cultivar mijo o arroz, o cualquier cosa que le permitía vivir, con un pequeño sobrante que canjeaba por otros artículos necesarios. Pero la sequía está destruyéndolo, y el bajo costo de los granos producidos con máquinas viene a completar la tarea. Está acabado. Se muere ante nuestros propios ojos. Lo único que puede asegurarse con certeza es que el hambre se agravará cada vez más.
—Pero podemos enviarles lo que necesitan.
—¿Beneficencia?
—¿Por qué no? —insistió Curtis—. Lo hemos hecho durante generaciones en beneficio de los habitantes marginales de Estados Unidos.
Palmer meneó la cabeza.
—No hay mucho sentimentalismo en los dirigentes de los países prósperos. Exceso de inflación, que perjudica a demasiada gente. Un político que enviara alimentos a los pueblos hambrientos de la tierra no duraría una semana.
—¿De modo que tienen que morir?
Palmer guardó silencio, los ojos fijos en la palma de la mano, con los dedos extendidos.
—Tienen que morir.
Curtis se puso de pie y caminó hacia el ventanal.
—Y nosotros seremos los dueños de la tierra, ¿verdad?
—Eso mismo —confirmó Palmer—. Hemos infligido algún daño a nuestra ecología. Pero podemos repararlo si queremos. El problema es que nadie demuestra interés en eso. Porque además hemos hecho cosas peores aún con nuestro sistema de distribución. Un daño irreparable e incurable. De modo que esta gente tendrá que morir para que nosotros nos conservemos sanos y comamos más de lo que necesitamos.
—Y estemos ocupados ganando dinero.
Palmer levantó la vista para ver a Curtis que regresaba a su asiento.
—Eso se sobreentiende —dijo secamente.

Las palabras de Palmer suenan tan siniestras como actuales.
Entre Palmer y la familia Staeli se desarrolla una secreta partida de ajedrez, con mucho espionaje cruzado y un renovado romance entre Margit y Burris, que ya se conocían. El desenlace se acelera con la utilización de calculadoras electrónicas que funcionan como aparatos de filtración de conversaciones, manejados desde Japón. Una vez más queda claro que la ambición de poder siempre necesitará obtener, legal o ilegalmente, la información necesaria para tomar decisiones. Lo que uno teme es que la tecnología quizás evolucionó demasiado desde la publicación de esta novela, aumentando su capacidad de ser manipulada. Los Palmer de ahora están más cerca de conseguir sus objetivos.

3 comentarios :

Anónimo dijo...

¿la que tienen muchos togados corruptos del reñidero español?

Johny Malone dijo...

No sólo de España...

Anónimo dijo...

Así es....