Título original: Tableaux de chasse ou la vie extraordinaire de Fernand Legros (1976)
Traducción: Patricio Cantó
Cubierta: Jorge Canale
Editor: Emecé Editores (Buenos Aires)
Edición: 4ª impr.
Fecha de edición: 1980-09 (1ª ed.: 1976-10)
Serie: Hechos reales
Estructura: 1 prólogo, 7 partes, 1 epílogo
Información sobre impresión:
Primera edición: 12.000 ejemplares
2ª y 3ª impresión en offset: 16.000 ejemplares
4ª impresión en offset: 3.000 ejemplares
Editor: Emecé Editores, S.A. - Alsina 2062, Bs. As.
Impresor: Compañía Impresora Argentina, S.A. - Alsina 2049, Bs. As.
Distribuidor: Emecé Distribuidora, S.A.C.I.F. y M. - Alsina 2062, Bs. As.
Información de contracubierta:
¿Quién es Fernand Legros? Ex alumno de los jesuitas en El Cairo, bailarín profesional, agente secreto de la CIA, embajador de varios países al mismo tiempo, casado y padre de dos hijos, homosexual confeso, amigo inquietante de importantes personalidades. Pero es, además, el rey indiscutido del comercio mundial de obras de arte, hasta que se descubre la estafa por falsificación de cuadros más espectacular del siglo XX. La historia real de este Casanova moderno es más fascinante e imaginativa que una novela. Un personaje tan singular sólo podría ser descrito por Roger Peyrefitte.
Quince semanas en la lista de best-sellers de “L’Express”. Un libro cuyos ecos polémicos tardarán mucho en extinguirse.
MI COMENTARIO:
Si tuviera que elegir un título para este comentario (cosa que no haré, pues no los titulo), me inclinaría por algo así como “El hombre que descubrió la homosexualidad a la CIA”. Fernand Legros fue mucho más que un espía (fue bailarín, embajador, traficante, lavador de dinero, marchante, etc., etc., etc.), pero su vida no hubiera sido la que fue sin haber desarrollado la capacidad de enfrentar (y aprovechar) las ambigüedades de las personas y de las situaciones, capacidad que los espías han utilizado durante milenios.MI COMENTARIO:
Fernand Charles Ernest Legros nació el 26 de enero de 1931 en Ismailía, Egipto. Hijo de padre francés y madre griega, sirio por parte de su abuela, desde pequeño se inclinó por la homosexualidad, aunque durante su vida tuvo amoríos con varias mujeres (incluso se casó y tuvo dos hijos). También se volvió un antirracista, lo que le permitiría en el futuro relacionarse y obtener beneficios con personas de los nacientes países del Tercer Mundo.
A los veintidós años, instalado en Nueva York como bailarín, conoce al sueco Dag Hammarskjöld, secretario general de las Naciones Unidas. La CIA, al enterarse que era su amante, lo convence para que espíe al diplomático, sospechoso de simpatizar con los revoltosos movimientos de izquierda de la época. Deseoso de obtener la ciudadanía norteamericana, Fernand acepta y recaba toda la información posible mientras dura la relación, es decir, hasta la muerte de Hammarskjöld en un sospechoso accidente aéreo ocurrido en África, del cual se salva gracias a un oportuno aviso de la agencia. Así comienza la carrera de espía de Legros, de la cual siempre estuvo convencido: fue su pasaporte a la cultura y la prosperidad de EE.UU. y el resguardo de sus actividades tanto públicas como ocultas.
Pronto se mete en el negocio de la venta de cuadros. Demuestra unas inteligencia y astucia comerciales prodigiosas: sus ingresos aumentan rápidamente, y no dejarán de aumentar en los próximos años. Sin embargo, a finales de los 60 es acusado en Francia por la venta de cuadros falsificados, acusación que le acarrearía muchos problemas, entre ellos varias estadías en la cárcel, con las consecuentes huelgas de hambre e intentos de suicidio. Peyrefitte, en su versión de los hechos, no lo condena, sino que resalta la complejidad de esta actividad y la hipocresía con que se certifica la autenticidad de los cuadros de artistas famosos. Legros puso todo su talento para satisfacer la avidez por pinturas que servían tanto para llenar museos como santuarios particulares. En el camino aceptó colaborar con personajes que lo situaron bajo la mira judicial, sobre todo Elmyr de Hory, un húngaro que abusó de su bondad y que lo traiciona acusándole de vender falsificaciones. Este caso generó una gran polémica; finalmente, Legros fue hallado culpable en 1979 y condenado a dos años de prisión.
Como espía, Fernand llevó a cabo aventuras dignas de un film de James Bond (en versión gay, por supuesto). Por ejemplo, es enviado a la provincia china de Yunnan, donde debía convencer a su hombre fuerte, el general Lou-Han, de detener el tráfico de armas al Vietcong. Logrado su objetivo, en Cantón en tomado prisionero, pero logra escapar de su celda luego de llevarse a la cama a su guardián. Ese poder de seducción que lo acompañó toda la vida le permitió cumplir sus misiones exitosamente con hombres homosexuales en varias partes del mundo.
Para mencionar a todos los personajes que aparecen en el libro, se necesitaría adjuntar un índice de varias páginas. Legros conoce a personalidades de varios países, desde ricachones de Texas hasta reyes de Arabia. A esto le ayuda el haber sido nombrado embajador por varios países africanos y latinoamericanos, cuyos presidentes y dictadores estaban interesados en adquirir cuadros famosos. Se vuelve amigo de Howard Hughes, al que encuentra por casualidad en una ruta del desierto de Nevada. Hughes le enseña técnicas para lavar dinero sucio; Legros, tiempo después, lo ayuda a prohibir una falsa biografía que sobre el multimillonario escribió el periodista Clifford Irving.
La parte más polémica de la vida de este marchante fue su pasión por los adolescentes. En el transcurso de su carrera fue encontrando y seduciendo a muchos menores de edad, haciéndose cargo de algunos de ellos. Lo acompañaban en sus viajes y convivían entre sí en los lugares que Legros elegía para vivir o vacacionar. Algunos terminaron traicionándolo y armando causas judiciales en su contra, lo cual no lo amedrentó en seguir buscando el placer de los muchachos. Roger Peyrefitte, pedófilo declarado, no puede más que seguir con gusto las andanzas sexuales de Legros. Pocas veces hubo tanta compenetración entre biógrafo y biografiado.
La historia que cuenta Peyrefitte es monumental. No es completa (ya que termina en 1974, bastante antes de la muerte de Fernand en 1983), pero es más que suficiente para sobresaltarse con una vida que conjugó algunos de los fenómenos más distintivos del siglo XX. Legros fue un militante del capitalismo, de Estados Unidos y de Occidente, pero siempre conservó su espíritu greco-oriental, aventurero y sensual, sirviendo a sus deseos tanto como a sus jefes de la CIA.
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