Título: El pirata
Autor: Joseph
Conrad (1857-1924)
Título original: The rover (1923)
Traducción: Eduardo Chamorro
Cubierta: Daniel Gil
Editor: Alianza Editorial
(Madrid)
Edición: 2ª reimpr.
Fecha de edición: 1995
Edición anterior: 1ª ed. (1985)
Descripción física: 234 p.; 11x18 cm.
Serie: El libro de bolsillo
#1096. Sección Literatura
ISBN: 978-84-206-0096-3
(84-206-0096-2)
Depósito legal: M. 24.636-1995
Estructura: 16 capítulos
Información sobre
impresión:
Impreso en
Closas-Orcoyen, S.L. Polígono Igarsa
Paracuellos de Jarama
(Madrid)
Información de
contracubierta:
Aparecida en 1923, EL
PIRATA fue la última novela publicada en vida por JOSEPH CONRAD (1857-1924), el
emigrante polaco alistado en la marina mercante británica que se convertiría
más tarde en uno de los más grandes narradores en lengua inglesa de todos los
tiempos. Enmarcada temporalmente en la Francia napoleónica, el paisaje del
relato es la Provenza, tierra natal de su protagonista, el viejo marino Peyrol,
que, tras cuarenta años de piratería en los mares de Asia, regresa a ella en
busca de la reconciliación con su pasado. No obstante, cuando Peyrol comienza a
disfrutar del anhelado descanso, en un giro característico de la narrativa
conradiana, elige enfrentarse con la prueba definitiva de su temple y con el
descubrimiento de su propia identidad. Rodeado de personajes trágicos que
arrastran el lastre secreto de su experiencia en los días revolucionarios, el
antiguo pirata, convertido en patriota, cumple su destino dramático conforme a
las más altas exigencias del honor y del deber. Otras obras de Conrad en «El
libro de Bolsillo»: «El corazón de las tinieblas» (LB 623), «Bajo la mirada de
Occidente» (LB 1022), «El alma del guerrero y otros cuentos de oídas» (LB
1082), «La Posada de las Brujas y otros relatos» (LB 1326), «Nostromo» (LB
1519), «El agente secreto» (LB 1656) y «Azar» (LB 1695).
MI
COMENTARIO:
Peyrol, un pirata que pasó casi toda su vida
en los océanos del sur, regresa a su tierra natal, el sur de Francia. Lo hace
en los tiempos de Napoleón y del bloqueo marítimo inglés impuesto luego de la Revolución
Francesa. En sus ropas guarda una gran cantidad de metales preciosos que le
permitirán vivir bien el resto de sus días. Este filibustero de 58 años
sobrevivió a una infancia trágica (ni siquiera tenía nombre: Peyrol era el
apellido de un granjero para el cuál trabajó y que le adjudicaron como propio
los marineros que lo encontraron en un barquito donde se había dormido).
Durante sus andanzas en los océanos, fue miembro de la Hermandad de la Costa,
una unión de piratas que hizo estragos en el siglo XVIII. Después de ingresar
por Tolón, va hacia el interior buscando una posada. Se hospeda en una granja en Escampobar, donde residen personajes verdaderamente extraños: Michel, un joven pescador de
vida solitaria; el “ciudadano” Scevola, partícipe de los asesinatos de la
Revolución; la tía Catherine, encargada de facto de la hacienda, y su sobrina
Arlette, fantasmal muchacha, sobreviviente de la matanza de Tolón hecha por los
revolucionarios, donde perdió a sus padres. Después se incorpora el teniente
Réal, al cual sus superiores le encomiendan una misión secreta: entregar unos
documentos falsos que confundirá al Almirantazgo inglés para que desvié a su flota del asedio que realiza en las costas mediterráneas de Francia.
Mientras tanto, desde el mar que rodea a la granja, el capitán Vincent envía
misiones para entrar en contacto con los supuestos realistas que viven en la
estancia.
Es Arlette, con su extraño comportamiento y su
belleza glacial, la que irá hilando el destino de los protagonistas. En un
momento, le cuenta a un cura de la zona cómo sobrevivió a la ordalía
revolucionaria de Tolón:
Al
llegar la mañana, la casa se llenó de gritos salvajes. Oyeron cómo la gente se
precipitaba por la escalera, y la puerta fue echada abajo. Ella dio un salto al
oír el estruendo, e hincó las rodillas en un rincón, con la cara contra la
pared. Hubo un tumulto homicida, oyó dos disparos, y alguien la cogió por el
brazo y la hizo ponerse en pie. Era Scevola. La arrastró hacia la puerta. Los
cuerpos de su padre y de su madre yacían sobre el umbral. El humo de la pólvora
llenaba la habitación. Ella quiso echarse sobre aquellos cuerpos y aferrarse a
ellos, pero Scevola la levantó en volandas. La cogió luego de la mano y la
obligó a correr tras él, por no decir que la arrastró por las escaleras. Una
vez en la calle, se les unieron unos hombres terroríficos, junto con unas
mujeres feroces que llevaban cuchillos. Corrieron por la calle blandiendo
horcas y sables tras otros grupos de gente desarmada que doblaba las esquinas
entre horribles chillidos.
—Yo corría
entre ellos, monsieur l’abbé —prosiguió Arlette en un murmullo ahogado—. En
cuanto veía agua intentaba arrojarme a ella, pero me encontraba rodeada. Me
empujaban por todos los lados, y Scevola me tenía casi siempre bien sujeta de
la mano. Se detuvieron frente a una bodega, y me ofrecieron algo de vino. Tenía
la lengua pegada al paladar, y bebí. El vino, el pavimento, los brazos y los
rostros, todo era rojo. Yo misma estaba cubierta de salpicaduras rojas. Tuve
que correr con ellos todo el día, y durante todo el tiempo me sentí como si me
derrumbara en una sima bien honda, muy honda. Las casas se cernían sobre mí. El
sol se nublaba por momentos. Y, de repente, oí que gritaba exactamente como los
demás. ¿Comprende monsieur l’abbé? ¡Con las mismas palabras!
Los ojos
del sacerdote resbalaron en sus profundas órbitas hacia ella, y recuperaron
luego su distante fijeza. Entre su fatalismo y su fe, al párroco le faltaba
poco para creer que Satán había tomado posesión de la humanidad rebelde,
poniendo al desnudo los corazones como piedras, y el alma homicida de la
Revolución.
Pero aparece al amor para sacar a Arlette de
ese pozo de locura. Réal se acerca a ella pero intenta huir, perseguido por sus
propios fantasmas. Peyrol, también atraído por la chica, sin embargo, decide
sacrificar todo, incluso su vida, incluso la vida de otros, para que estos
jóvenes tuerzan un destino estéril creado por el pasado sangriento del país, al
mismo tiempo que lleva a cabo la operación secreta contra los ingleses.
Decir que Conrad es uno de los grandes
novelistas de la historia no es ninguna novedad. Con El pirata reafirma su fama, mostrando un horizonte de amor y esperanza,
pero solamente asegurados por el sinceramiento y el sacrificio.
ADAPTACIONES
AL CINE Y LA TELEVISIÓN:
En 1967, el director inglés Terence Young dirigió una versión cinematográfica ítalo-norteamericana.
L'avventuriero
contó con las actuaciones de Anthony Quinn (Peyrol), Rosanna Schiaffino (Arlette),
Rita Hayworth (tía Caterina), Richard Johnson (Real), Ivo Garrani (Scevola), Luciano
Rossi (Michel), Anthony Dawson (capitán Vincent) y Mino Doro (Dussard). En
España fue conocida como El aventurero,
mientras que en parte de Hispanoámerica se retituló El rebelde.
En 1985 se realizó en Italia una miniserie televisiva llamada Il corsaro.
Dirigida por Franco Giraldi, su elenco estuvo encabezado por Philippe Leroy, Laura
Morante, Ingrid Thulin, Alain Cuny y Fabrizio Bentivoglio.
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