viernes, 13 de enero de 2023

YO MATE A KENNEDY, de Manuel Vázquez Montalbán (Plaza & Janés, Rotativa)

Título:
Yo maté a Kennedy
Autor: Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003)
Cubierta: Espinosa
Editor: Plaza & Janés Editores (Barcelona)
Edición: 1ª ed.
Fecha de edición: 1977-02
Descripción física: 188, 4 p.; 10,5x18,5 cm.
Serie: Rotativa #180
ISBN: 978-84-01-44186-8 (84-01-44186-2)
Depósito legal: B. 6.798-1977
Estructura: divisiones sin numeración
Información sobre impresión:
GRAFICAS GUADA, S.A. - Virgen de Guadalupe, 33
Esplugas de Llobregat (Barcelona)
 
Información de contracubierta:
«Yo maté a Kennedy» son las ficticias memorias de un imaginario guardaespaldas gallego de John F. Kennedy. En una falsa Casa Blanca de unos Estados Unidos imaginarios, que el autor ha recreado con la ayuda perversa de la información de la «mass-media», un español reflexiona sobre su papel en el mundo. Esta obra puede situarse dentro de la literatura de política-ficción, que el autor ya ensayó en una de sus obras anteriores. Los personajes se convierten en pretexto para la fabulación del desorden del mundo, de ese mundo moderno desquiciado y absurdo.
 
MI COMENTARIO:
La novela presenta al presidente John F. Kennedy y su séquito de manera fantástica, con ellos viviendo en el “palacio de las siete galaxias”, dónde se comportan de una forma más bien excéntrica. Una especie de presidencia alternativa a la que realmente ocurrió. En ese microcosmos actúa Pepe Carvalho, un ex comunista español que ahora trabaja para la CIA, y también para Bacterioon, una misteriosa organización política clandestina. No es fácil identificar a Carvalho:

Ninguna descripción de Carvalho coincide con la anterior y ya no queda ninguna esperanza de que pueda coincidir con la ulterior. En La Paz, tras el atentado contra Paz Estensoro, Carvalho era un hombre delgado, alto, aquilino, muy moreno, de ojos magnéticos. En Siria, después de la última intentona del Baas, Carvalho es un oscuro, pequeño hombre calvo con lentes bifocales. En Kenia sería un tragasables rubio panocha. ¿Quién es Pepe Carvalho? Todos los informes sobre él son muy secretos, pero también muy inútiles. Con él llega la muerte, silba y se lleva las vidas como imantadas. No tiene una línea previsible de acción. Ni siquiera sus acciones son continuadas, más bien diríase que alterna la acción rápida con largos períodos de inacción que sirven para el desarrollo de su mito. Hoover cree que Carvalho no existe, que Bacterioon no existe, que todo es obra de las fuerzas tradicionales: las internacionales de la masonería, el comunismo y los sodomitas.

Terminada la lectura, quedé con la sensación de que hubo dos Carvalhos. Quizás me perdí de algo en esos párrafos fantásticos, irónicos y experimentales. La cuestión es que el “Carvalho 1” trabaja como guardaespaldas de Kennedy; desde su posición, describe el funcionamiento de una familia casi monárquica. El “Carvalho 2” es un asesino internacional que activa las alarmas de las agencias de seguridad, queriendo ingresar a EEUU para matar al presidente. Esta línea de la novela tiene momentos divertidos y otros fácilmente olvidables (incluso varios protagonistas enuncian poemas, bastante buenos por cierto). Sin embargo, hay otra línea que es la que me interesó realmente, la integrada por las digresiones conspirativas y relativas al mundo del espionaje que surgen del agente Carvalho o de sus jefes. Ciertamente Vázquez Montalbán manejaba buena información al respecto, lo que me dejó sorprendido y muy intrigado. Es verdad que el asesinato de JFK fue el gran disparador del conspiracionismo de las últimas décadas del siglo XX, el cual actualmente vive un clímax que promete continuar. Ahora, que un novel escritor barcelonés a finales de los ’60 haya hecho un resumen (¿voluntario?) de teorías conspiranoicas de envergadura muestra una ambición inaudita en la España de entonces. Con un poco de malicia, se puede pensar que Vázquez M. también fue parte de un esquema de manipulación de la información, y que esta novela intentó difundir mensajes encriptados. La realidad siempre es más trivial: quizás sólo fue un divertimento de alguien muy inteligente con acceso a fuentes ricas en verdades y mentiras. Después de todo, en algún momento de su vida, el autor afirmó que a los dieciocho años ya tenía cuarenta.
He aquí algunos párrafos conspiratrónicos y espionísticos (¡siempre quise usar estos neologismos!), unos enunciados por Khan y Sylvester, dos de los cerebros privilegiados que asesoran a Kennedy, otros por el veterano agente Wonderful o el propio Carvalho:

Mister Phileas Wonderful es en la actualidad un experto en propaganda norteamericana. En momentos difíciles para el prestigio USA, Wonderful sabe convertir las derrotas en victorias, los asesinatos en beneficencia, las invasiones en turismo, la coacción en protección. Wonderful es el supervisor de los slogans que en todo el mundo reciben los agentes internacionales de la USIS [United States Information Service], en un cómodo aunque delicado retiro.

Nuestro trabajo [dice Wonderful] tiene un nivel de modificación poética de la historia: somos lo único que se enfrenta a la descarada con el avance del comunismo, precisamente porque no nos importa que a la larga gane. Se trata de un mero desafío técnico: cuánto tiempo seremos capaces de ir entreteniendo ese avance. Es una actividad mucho más bonita que contribuir al avance. La grosería moral del revolucionario salta a la vista. Un revolucionario es, como el santo, el mártir o la virgen, un ventajista repugnante. Usted mismo puede haberlo comprobado.

Para él [J. Edgar Hoover] Pepe Carvalho es un buen profesional del crimen, pero no por ello deja de ser lo más parecido a un puertorriqueño. Para Hoover el único gallego importante es el general De Gaulle. Los conocimientos históricos de Hoover están en relación inversa con su obscena confianza en sí mismo.

[...] Uno de los secretos más celosamente guardados por la CIA es una academia de agentes estructuralistas, posteriormente infiltrados en las universidades europeas. Uno de los mayores éxitos de estos agentes fue el ataque cardíaco que sufrió Pierre Vilar cuando un alumno norteamericano le aseguró que Marx había frustrado, y por lo tanto usurpado, la posibilidad coyuntural de otro Marx más inteligente y más marxista; la época estaba en condiciones de proporcionarlo.

Khan habita en la parte superior de la cuarta galaxia. Está por encima del mismísimo trust de los cerebros que rodea habitualmente a Kennedy. Tiene un hilo telefónico especial en conexión con la isla californiana donde un grupo de científicos vaticina el devenir de todo mediante el cálculo de probabilidades.

[...] La guerra atómica nunca ocurrirá, según él y será definitivamente sustituida por la serie de guerras convencionales (guerras civiles entre el bien y el mal) en zonas marginales de la tierra. La guerra de España, según Khan, ya fue un ensayo general de la nueva estrategia. Claro que allí no se daba como contexto el peligro de una destrucción nuclear, pero sí el peligro de un conflicto universal, que pese al resultado óptimo de aquella guerra, no pudo evitarse.

Su lema predilecto [el de Sylvester] es: «La Humanidad será perfecta el día en que prescinda definitivamente del principio idealista de que el hombre es la medida de todas las cosas». Khan, de acuerdo en el fondo, sostiene que hasta llegar a la plena asunción de esta filosofía media un período histórico muy peligroso en el que serán liquidadas las verdades morales, ideológicas y emotivas. Pero ambos monstruos se entusiasmaron con la aparición de Kennedy: «Kennedy —declaró Sylvester al redactor de Christian Science Monitor— dará un acelerón considerable a ese período de liquidación, al mismo tiempo desarmará a la derecha americana y a la izquierda universal».

Forzando la interpretación de su carrera, puedo pensar que Vázquez M. se estaba postulando para escritor sobre tramas ocultas de alcance global. Quizás algo de eso hubo, aunque tuvo que trasladar a su personaje a las tierras negras de la novela detectivesca. Una vez con fama y fortuna, Carvalho volvió al espionaje en 2 o 3 novelas bastante posteriores. Su creador se fue convirtiendo en una especie de conciencia alternativa de la España democrática, buscando su refundación (hoy quizás estaría de acuerdo con su inminente desintegración). ¡Qué gran movilizador de fantasías fue el asesinato de Kennedy!

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