Título: Un fragmento de miedo
Autor: John Bingham
(1908-1988)
Título original: A fragment of fear (1965)
Traducción: Nélida Mendilaharzu
de Machain
Cubierta: Isidre Monés (il.)
Colaboradores: Francisco Puerta
Aparicio (il. interiores); Neslé Soulé (diseño de col.)
Editor: Editorial Bruguera (Barcelona)
Edición: 1ª ed.
Fecha
de edición: 1983-08
Descripción física: p. 89-168: il.;
18x23,5 cm.
Serie: Club del misterio #109
ISBN: 978-84-02-09584-8 (84-02-09584-4)
Depósito
legal:
B. 20.353-1983
Estructura: 14 capítulos
Información
sobre impresión:
s.d.
Información
de contracubierta:
Un escritor de
novelas de misterio siempre anda a la caza de argumentos. Cuando la pulcra
anciana que vive en su mismo hotel es asesinada, el escenario y el tema
interesan a nuestro protagonista. Pero no podía sospechar que se pudiese
levantar un muro de silencio y de veladas amenazas, y que la atmósfera se
hiciese tan pesada como para hacerle cambiar de opinión y abandonar la
investigación.
Información
de reverso de contracubierta:
John Michael Ward
Bingham, que firma su producción literaria con el nombre de John Bingham, nació
en 1911. Fue la séptima persona de su familia en heredar el título de lord
Clanmorris. Trabajó en la administración estatal británica y realizó numerosas
colaboraciones periodísticas. En 1952 publicó su primera novela, My name is Michael
Sibley, en la que aparecen las
características que marcarán el estilo peculiar de Bingham: la preocupación por
definir el problema criminal y la atmósfera de sospecha por encima de la
investigación en sí.
MI
COMENTARIO:
No había pensado que este libro era de espionaje. Siempre pensé que era
una novela más de suspenso y misterio (tiene ambos en grandes cantidades) o una
novela policial (hay policías y falsos policías en su trama). Pero cerca del
final las desventuras de su protagonista viran hacia la intriga internacional y
la infiltración de agentes extranjeros en la Inglaterra de los años ’60.
James Compton es un escritor de novelas policiales que se encuentra de
paseo por el sur de Italia. Se siente fuertemente atraído por el asesinato de
Lucy Dawson, una anciana inglesa que muere asesinada cerca de las ruinas de
Pompeya. Dispuesto a conocer las posibles causas de esta muerte y escribir un
libro al respecto, viaja a Londres y entrevista a varias conocidas de la
occisa. En un viaje en tren, tiene una extraña conversación con una mujer que
insinúa su deseo de suicidarse. Esta mujer le entrega un sobre y desaparece en
la noche. Compton abre el sobre en su casa, y descubre una nota que le intima a
abandonar su investigación; estupefacto, se da cuenta que la nota fue escrita
con su propia máquina y guardada en uno de los sobres de su propiedad. A la
mañana siguiente, recibe una llamada telefónica de un hombre sin identificar,
que le recuerda la carta y le vuelve a intimar para que no siga inmiscuido con
el asesinato de Dawson. Poco después, recibe la visita de un sargento de
policía, encargado de comunicarle que una mujer lo ha denunciado por
insinuaciones sexuales. Era la chica del tren. Compton aprovecha la ocasión
para contarle al agente lo sucedido hasta el momento, incluso le entrega la
carta. Su desconcierto es mayúsculo cuando, en la comisaría, le informan que
ese agente no existe...
Nadie es lo que parece ser. La intriga del libro no para de crecer,
hasta Compton termina dudando de su salud mental. Pero nada detiene su interés
por el tema que lo desvela, ni siquiera los pedidos de su novia. Quizás la
faceta más atrapante de este improvisado investigador sea el vértigo hacia el vacío
y la muerta que se apodera de él. En cada instancia de su aventura pudo haberla
abandonado y ponerse a salvo. Pero el miedo que lo va invadiendo no hace más
que estimularlo, no tanto en su búsqueda de la verdad, sino en el gusto del
peligro y la zozobra, por más que eso pueda significar el dolor y la muerte.
Cerca del desenlace, Compton reflexiona:
El hombre común,
hasta el más humilde —sobre todo el más humilde—, se considera seguro en su
oscuridad y en su relativo anonimato. Dejadme vivir, dice, dejadme labrar el
suelo y no me ocuparé de nada que no sea lo mío. Pero nunca estuvo a salvo, no
lo está ni lo estará jamás, pensé.
Un inocente y breve
paso, aun por caminos conocidos, y entra dentro del radio de visión de ojos que
acechan desde las profundidades de la jungla circundante. Y si presta atención
podrá oír el crujido de dientes y el rumor de cuerpos que se deslizan en la
espesura. Hará bien en mantener su lanza en ristre y persignarse, o mirar en
dirección a la meca, o tocar su amuleto pagano.
Los hombres deben
luchar; unos ganan y otros pierden, como había perdido yo.
Porque mientras más
grande es la causa, tanto más grande será la tiranía que erigirá luego para
defenderse. Antes de que surgiera el noble y sagrado concepto de la democracia
completa, un hombre podía viajar por doquier sin mayores impedimentos; mientras
que ahora se ve encajonado por fronteras, pasaportes y visados y muros, e
interdictos, y leyes, y policías... todo para preservar la libertad del
individuo.
Y en algunos estados
monárquicos se podía gritar “¡Abajo la monarquía!”, y en algunas democracias
estaba prohibido gritar “¡Abajo la democracia!”, y bajo una dictadura no se
podía gritar “¡Abajo la dictadura!”, y todo, todo, en pro de la libertad del
individuo.
Por eso el ciudadano corriente
debe mantenerse alerta, no debe admitir que lo lleven por delante y, si es
preciso, debe luchar, como lo ha hecho en todos los tiempos, aun cuando su
lucha termine en el martirio, o sea breve y nada heroica como había sido la
mía. Todo es un aporte.
Ojalá todos los libros de suspenso destilaran el placer que irradia Un fragmento de miedo. Compton es un
personaje brillante en su medianía, que toma con humor y analiza con lucidez
los eventos de su vida. El clima de conspiración que crea Bingham es
terrorífico, es toda una lección sobre lo relativamente fácil que es infiltrar
una sociedad con elementos subversivos y peligrosos. Por cierto, la conversión
de una acción humanitaria (la instalación laboral de ex convictos, actividad
que auspiciaba Dawson) en un esquema de extorsión política suena a una trama
más que verídica en un país como Argentina...
Evidentemente, Bingham es un autor que deseo volver a leer.
Nota de color: John Bingham inspiró
a John Le Carré para crear su máximo personaje: George Smiley. De hecho,
trabajaron juntos en el MI5 británico.
ADAPTACIÓN CINEMATOGRÁFICA:
Richard C. Sarafian fue el encargado de llevar la novela de Bingham al cine. Fragment of Fear fue estrenada en 1970; los protagonistas fueron David Hemmings (Tim Brett), Gayle Hunnicutt (Juliet Bristow), Wilfrid Hyde-White (Mr. Copsey), Flora Robson (Lucy Dawson), Adolfo Celi (Signor Bardoni), Roland Culver (Mr. Vellacot) y Daniel Massey (Maj. Ricketts). En español se conoció como Los pasos del miedo.