Autor: Peter McCurtin
(1929-1997)
Título original: The Syndicate (1972)
Traducción:
Héctor D. Shelley
Editor: Editorial
Novaro (México)
Edición: 1ª ed.
Fecha de edición: 1976-06
Serie: Cuadernos
de la mafia #12
Estructura: 12
capítulos
Información sobre impresión:
Esta primera edición
de 25,000 ejemplares se terminó de imprimir el día 30 de junio de 1976, en los
talleres de Organización Editorial Novaro, S.A., Calle 5, Nº 12, Naucalpan de
Juárez, Estado de México
Información de contracubierta:
James Broderick,
pistolero de la Mafia, tenía que penetrar a un castillo irlandés para matar a
C. Alex Ritter, un neofascista tan despiadado que hacía que Hitler pareciera
inofensivo en comparación con él. Broderick tuvo que deshacerse de los esbirros
de Ritter, sólo para toparse con una hermosa pelirroja que casi hizo que
olvidara su misión...
La más impresionante
novela de la Mafia internacional
MI COMENTARIO:
Hay veces en que en una novela se mezclan dos o más géneros.
A primera vista, El sindicato del crimen
es otra integrante de la ola de ficción sobre la Mafia que tuvo su pico en los
’70. Sin embargo, como la vi incluida en la colección italiana Segretissimo, la serie de
novelas de espionaje más larga del mundo (aún activa), decidí leerla para conocer su
contenido y determinar si correspondía añadirla a mi corpus de obras sobre espías publicadas en español.
Me encontré con una historia de la Mafia distinta. Aquí la
organización criminal aparece como una verdadera potencia mundial, encarnada por Edouardo
Maggiora, un anciano débil pero implacable, que se enfrenta a una estructura
similar, oculta y poderosa: un movimiento neofascista que quiere eliminarla y
reestructurar el sistema mundial según sus principios. Está encabezada por C.
Alex Ritter, un adinerado empresario de origen italiano, que vive en un
impenetrable castillo en Irlanda. El Gran Juego de conspiración, intriga y
muerte que suele ser el eje de la novelística de espionaje, aparece aquí
renovado con nuevos actores.
Don Edouardo llama a su sobrino James Broderick, ex marine,
ahora un sicario de fama mundial, para que mate a Ritter. Al estilo de
las películas de James Bond, se le informa en una reunión secreta sobre el
objetivo y las motivaciones de este contrato de muerte:
—Bien —replicó
Giacinto, al parecer no con mucha confianza en mi memoria—. Todas las
propiedades de Ritter fueron confiscadas después de la guerra. Ritter, el joven
Ritter, por supuesto, entabló una demanda y, después de cierto tiempo, logró
recuperar todo. En 1950 ya era un elemento de importancia en el movimiento
neofascista, y en 1952 fue encarcelado por actividades en contra del estado. Su
principal periódico, Il Martello,
llamado así en honor del que fuera periódico de Mussolini, fue retirado de la
circulación. Cuando esto sucedió, Ritter salió del país y se fue a vivir a
España, y luego a Irlanda, donde se nacionalizó ciudadano. Tener dos
ciudadanías es algo relativamente común en Europa. Ritter es el autor de El
Nuevo Inicio, un libro del que el crítico
de Times Literary Supplement dijo que
era una versión racional de Mi Lucha.
Ritter goza de gran respeto en Irlanda porque...
—Para precisar —terció
don Edouardo—, Ritter tiene más dinero del que Irlanda jamás ha visto. Ese
cerdo es un fascista y quiere que el fascismo vuelva. ¿Por qué mueves la
cabeza? Sí, ya sé que muchos hombres quisieran que volviera al fascismo, pero
en su mayoría son chiflados impotentes, y este hombre sí puede hacer algo, y eso
no sería bueno para nadie. Italia empieza a tomar ese camino, y lo mismo le
pasa a este y a otros países. Hay crímenes en las calles, terroristas con
bombas, películas pornográficas y adolescentes que se orinan sobre la bandera.
Broderick viaja a Dublín, donde llama la atención de
distintas formas para obtener información sobre Ritter y su castillo. En un
país que vive con temor por los continuos actos de violencia política en
Irlanda del Norte, debe pasar por una requisa policial que despierta sospechas.
No podría decir cómo
es Dublín: quizá como Boston, pero más grande, con avenidas más amplias, más
luces neón y definitivamente más bicicletas. O como París en 1938, después de
una buena lluvia. En los suburbios vi casas con muros de cal y techos rojos,
con palmeras en los jardines.
Pronto contacta con Paddy Costa, un mafioso conocido de don
Edouardo, que le facilita armas para su misión y valiosa información sobre el
castillo. Frecuentando las tabernas de la ciudad, Broderick espera conocer
gente perteneciente al movimiento. Charlas y peleas dan como resultado una
breve estadía en la cárcel. Allí tiene tiempo para interesantes reflexiones:
Pensé en don Edouardo,
quedándose dormido sobre sus frascos de medicinas, tras la gran mesa de su
estudio, allá en la isla Cutler, en Georgia, y tuve que sonreír. Él nunca me
había mandado a matar huérfanos o viudas; yo creo que él me reservaba los
trabajos realmente agradables, y creo que lo mismo sucede en la CIA. Los tipos
malos de la CIA son los que reciben órdenes de matar a los buenos enemigos:
bondadosos santones de la izquierda, negros emuladores de Ghandi o las ebrias
ex amantes de los senadores importantes. Los buenos agentes de la CIA son los
que reciben órdenes de liquidar a gente como Castro, Allende o Eldridge
Clavers. O sea, los buenos agentes contra los enemigos malos, ¿de acuerdo? Yo
sé con seguridad que la CIA tiene agentes cuya única misión es eliminar a don
Edouardo; lo único que han logrado hasta la fecha es eliminar a algunos de sus
socios más cercanos; y, por supuesto, las muertes han sido accidentales, o eso,
cuando menos, es lo que han informado los periódicos: famoso pandillero fallece
de un ataque al corazón; jefe de la Mafia que se ahoga en Miami o personaje del
hampa que fallece al caer un ascensor. Cosas así.
Después de más apariciones en los pubs y una huída de
sujetos que lo siguen, Broderick viaja hasta Drumgoole, un poblado del norte
del país, cercano al castillo. Mientras espía a la distancia la sede de Ritter,
es atrapado por dos de sus colaboradores: Anthony Jameson, un militar inglés
retirado, y Nora DeCourcy, una psicóloga adscripta al grupo clandestino.
Trasladado al castillo, es brutalmente torturado para que revele su verdadera
identidad. Logra hacerles creer que es otra persona, Jack Dorf (persona que en
realidad está muerta) y que quiere ingresar a su organización. Gana tiempo y
accede a que Ritter lo llame, interesado por este supuesto propósito. Puede
conocer entonces la actualización que hace este futuro líder mundial del pensamiento
fascista:
—Yo soy capitalista;
eso, cuando menos, es lo que dicen que soy, y es verdad que ese término, como
se entiende hoy en día, me define —continuó Ritter, sin sonreír—. En el nuevo
mundo que crearemos, la palabra capitalismo no tendrá significado alguno. El
delito, o sea la conducta criminal antisocial, desaparecerá por completo; los
conceptos tradicionales de castigo o rehabilitación serán obsoletos: las
personas con comportamiento antisocial serán liquidadas, para emplear un
término de los comunistas. Los genios que rayan en la demencia, los poetas del
caos, como Villon, Genet o Benhan, deben perecer al lado de los criminales y
los ladrones. ¿Qué eso es inhumano? De ninguna manera: ¿para qué encarcelar o
rehabilitar, si el mundo está amenazado por la sobrepoblación? ¿El arte? Es la
esencia misma de todo lo neurótico y es antisocial por su misma naturaleza.
Debemos aspirar, con toda nuestra inteligencia y nuestra fuerza, a eliminar el
individualismo antisocial del hombre. Hacer que desaparezcan los odios raciales
y las diferencias entre individuos, pueblos y razas.
[...]
—Negros, amarillos y
blancos..., todos deben formar una sola raza —agregó Ritter—; y para eso debe
haber un gobierno mundial que obligue a este estado de cosas. Llegará el día en
que impongamos un lenguaje mundial que elimine los antiguos conflictos y las
eternas rivalidades entre las razas y los pueblos de toda la tierra. Así
crearemos una nueva raza, una raza verdaderamente humana que será como ninguna
otra que haya existido en nuestro planeta. Yo veo, en el futuro, un mundo en
que sólo la habilidad, la inteligencia y la obediencia serán importantes. Habrá
una clase que trabaje y otra que gobierne, porque, sobre todo, debe haber
orden.
Jameson y DeCourcy no están de acuerdo con todo lo que
plantea Ritter, y planean eliminarlo para tomar el control del movimiento. Se
deciden a darle la tarea a Broderick, quien aparenta aceptar. Sin embargo, es
capaz de ejecutar una trampa para destruirlos a todos (no sin antes hacer el
amor a Nora) y escapar con vida.
El relato de McCurtin es crudo, sobrio, brutal por momentos,
muy efectivo para transmitir la idea de cómo trabajan los asesinos
profesionales. Es una vida sin glamour, con mucha opacidad, pero que tiene esos
momentos únicos de peligro y astucia. El final es quizás demasiado contundente,
dejando la sensación de que pudo haber más.
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