Autor: Jerry
Cotton (seudónimo editorial)
Título original: Der schatten des skorpions (1983) \ nº 1368
en la serie “Jerry Cotton”
Traducción:
Christian Weirich Titzl
Editor: Editorial
Bruguera (Barcelona)
Edición: 1ª ed.
Fecha de edición: 1985-01
Serie: Jerry Cotton, publicación semanal #7
ISBN: 978-84-02-10295-9
(84-02-10295-6)
Depósito legal:
B. 40.368-1984
Volumen publicado en: Selección de novelas policíacas #2
Estructura:
partes sin numeración
Información sobre impresión:
Impreso en los
Talleres Gráficos de Editorial Bruguera, S.A.
Carretera Nacional
152, km 21,650, Parets del Vallès
(Barcelona - España)
Reseña aparecida en “Conjura
en la costa oeste”:
Un asesino a sueldo de
Moscú siembra el pánico en Nueva York...
No sin sorpresa, el
agente especial Keith Anderson constató que se sentía inquieto, mientras bajaba
por la rampa al garaje subterráneo número 12 del Kennedy Airport. “No seas
imbécil —pensó, intentando tranquilizarse—. Es sólo una misión de rutina.”
Tenía que recoger a un
miembro de la tripulación de un aparato de la línea aérea rusa Aeroflot, que
había decidido prolongar indefinidamente su escala en Nueva York.
Sus superiores le
habían ordenado recibir al tránsfuga ya que, desde algunas semanas, un
despiadado asesino aterrorizaba a la pequeña colonia de refugiados rusos. Lo
único que se sabía de él era que operaba bajo el seudónimo de Escorpión.
Pero Anderson no tenía
motivos para preocuparse: el killer del KGB no podía saber nada de la huida del
hombre de la Aeroflot.
El agente del FBI
aspiró el aire húmedo y volvió a consultar su reloj. Era la hora de la cita.
Otra vez le invadió esa extraña sensación de peligro, para el que no encontraba
una explicación racional. Se pasó una mano trémula por el rostro, tenso y
pálido. Sí, el agente especial tuvo que admitir que sentía miedo. Era como si
una mano gigantesca le oprimiera el pecho.
Anderson era aún
demasiado joven como para poder descifrar el oscuro lenguaje del instinto. No
entendía que su inconsciente le estaba dando la alarma. “Sal de aquí cuanto
antes —rezaba el mensaje—, huye, estás en peligro de muerte.”
Escuchó el chasquido
de una puerta y el martilleo de unos pasos, acercándose. En la tenue luz
amarillenta de una bombilla reconoció el uniforme azul marino y la gorra con
visera. Era el fugitivo ruso al que estaba esperando.
En este momento ya era
demasiado tarde para que se salvaran. La negruzca sombra del Escorpión había
caído sobre los dos hombres, envolviéndoles con el oscuro manto de la muerte.
No tenían escapatoria.
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