Autor: L.C. Moyzisch
Título original: Operation Cicero (1952)
Traducción: José Clementi
Epílogo: Franz Von
Papen
Editor: Ediciones
del Pórtico (Buenos Aires)
Fecha de edición: 1954-01-28
Descripción física: 189, 2 p.; 14x18,5 cm.: solapas
Estructura: personajes de la obra, 11
capítulos, epílogo
Información sobre impresión:
Este libro se terminó
de imprimir el 28 de enero de 1954, en los talleres El Gráfico, Impresores, San
Luis 3149, Bs. Aires.
Información de
cubierta:
El caso de espionaje
más sensacional de la Segunda Guerra Mundial
Información de
solapas:
Una llamada telefónica
a hora muy avanzada. Un attaché
alemán, somnoliento y furioso, atraviesa Angora para entrevistarse con un
colega, con la seguridad de perder el tiempo en esos “avisos” comunes en una
capital neutral en un mundo en guerra. El funcionario alemán encuentra a un
albanés misterioso, en un rincón de una habitación en sombras.
—¿Quién es usted?
—El “valet” del
embajador británico.
—¿Qué desea usted?
—pregunta con dejo de fastidio el alemán.
Fue entonces cuando
explotó la bomba “Cícero”. El albanés aseguró que dada su situación, podía
fotografiar los documentos británicos más importantes. Por 20.000 libras
esterlinas entregaría dos rollos de películas y exigía por cada rollo sucesivo
el pago de otras 15.000 libras esterlinas. Concedió tres días de plazo para que
los alemanes se decidieran.
Se intercambiaron
consultas entre Angora y Berlín, hasta que von Papen, embajador alemán en
Angora, recibió orden de Ribbentrop de aceptar el ofrecimiento. El misterioso
albanés fue designado con el nombre clave de “Cícero” y durante meses
suministró un caudal de informaciones vitales que fueron transmitidas
inmediatamente a Hitler, Ribbentrop, Kaltenbrunner, quienes así pudieron
estudiar las minutas de las conferencias de Moscú, El Cairo y Teherán;
recibiendo informaciones detalladas acerca de los envíos aliados a Rusia y
tuvieron las primeras noticias de los preparativos para la apertura de un
Segundo Frente.
L. C. Moyzisch, el
autor de este sensacional libro, era el funcionario alemán en cuestión —el
único hombre, con excepción del propio Cícero (si es que vive todavía)— que
puede proporcionar un relato exacto de estos hechos extraordinarios. Su
situación fue arriesgada y sumamente difícil. Se encontraba continuamente
frente a órdenes de Ribbentrop y contraórdenes de Kaltenbrunner y von Papen, y
para colmo de males se enteró al poco tiempo que la neurótica Cornelia, su
secretaria alemana, era espía de los ingleses.
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