viernes, 21 de octubre de 2016

LA GLORIA DEL OLIVO, de J.J. Benítez (Planeta)

Título: La gloria del olivo
Autor: J.J. Benítez (1946-)
Cubierta: Hans Romberg (diseño de colección y cub.)
Editor: Editorial Planeta (Buenos Aires)
Edición: 1ª reimpr. (Argentina)
Fecha de edición: 1992-05
Descripción física: 337, 5 p.; 14x22 cm.: solapas
Serie: Colección contemporánea #159
ISBN: 978-950-742-208-9 (950-742-208-0)
Estructura: planos del Vaticano y la Basílica de San Pedro, varias partes sin numeración
Información sobre impresión:
Esta edición se terminó de imprimir en Industria Gráfica del Libro S.A.
Warnes 2383, Buenos Aires, en el mes de abril de 1992.

Información de cubierta:
La diabólica trama urdida por una organización secreta para materializar la renuncia del Papa.

Información de contracubierta:
Sería un mal servicio al lector.
Desvelar el argumento de «La gloria del olivo», al igual que sucede con los «Caballos de Troya» y «La rebelión de Lucifer», se nos antoja casi un sacrilegio.
No busque en estas líneas un resumen del libro que —aparentemente por casualidad— ha caído en sus manos.
¿Sería justo adelantar la diabólica trama urdida por una secreta organización para materializar la renuncia del Papa?
Roma, Coimbra, Brighton, París, Ginebra... son algunos de los escenarios de lo que —a primera vista— sólo le parecerá el fruto de una prodigiosa imaginación.
Juzgue por sí mismo. Quizás, al final, ya no esté tan seguro.
De lo que no hay duda es de que el autor —fiel a su peculiar estilo— llegó a arriesgar su propia integridad física, provocando su detención por la policía de Roma..., «por exigencias del guión».
Y una última observación. No se alarme ante el inesperado final de «La gloria del olivo». J.J. Benítez es así...

Información de solapas:
El autor de La gloria del olivo —nacido en Pamplona en 1946— es licenciado en Periodismo por la prestigiosa Universidad de Navarra. Tras ejercer como reportero en tres periódicos españoles fue arrastrado por la magia de la literatura, y publicó su primer libro en 1975. La gloria del olivo (1991) hace su obra número treinta.
En su calidad de investigador y viajero impenitente procura adobar sus escritos con un torbellino de datos —siempre extraídos de la realidad— que le han valido el título de «Julio Verne del siglo XX». Una cualidad, sin duda, aprendida en el largo peregrinaje por el periodismo.
J. J. Benítez —«descubierto» por Lara en 1980— probó fortuna en la narrativa con la serie de los Caballos de Troya. La sorpresa fue fulminante. Hasta el momento lleva publicados más de un millón de ejemplares.
Amante de la soledad, del mar y de la música, J. J. Benítez —que sólo aspira a «comprar tiempo»— espera impaciente que la Providencia «cambie de opinión» y, al fin, le permita ocuparse de su gran pasión: la pintura.

MI COMENTARIO:
La novela presenta una premisa fabulosa: a mediados de los años ’80, alrededor de cinco mil jesuitas militantes de la Teología de la Liberación complotan contra Juan Pablo II: desean cambiar de forma radical la Iglesia Católica, llevándola a una posición de izquierda. Para ello necesitan que el papa desaparezca de la escena, renunciando a su cargo. Contratan de manera velada a una extraña organización conocida como “Los Tres Círculos”, llamada así por su estructura concéntrica, dominada por el “Primer Círculo”, un grupo de hombres poderosos provenientes del mundo de la política, la religión, la ciencia y la tecnología, que se arrogan el derecho de proteger los aspectos de la sociedad que consideran importantes para el progreso humano. La conspiración cuenta con el apoyo de entonces líder libio Muammar Kadafi, que aporta cien millones de dólares, depositados en el Banco Central de Nicaragua. Los Tres Círculos, reticente al principio, acepta la propuesta, no sin antes averiguar el propósito final del siniestro plan. Lanza la “Operación Gloria Olivae”, que intenta la renuncia del pontífice.
El libro abre con una extensa narración del hallazgo del cuerpo muerto del papa en las instalaciones del Vaticano, y de la interna que se desata entre los funcionarios de la ciudad-estado: unos se inclinan por cerrar el caso como una muerte accidental, mientras que otros presienten que se trató de un asesinato. El capitán Constante Rossi, de la Brigada de Homicidios de la policía italiana, llega al aposento donde se encuentra el cadáver; sospecha que la segunda opción es la más probable. Su presentimiento se ve reforzado cuando encuentra un libro rojo debajo del cadáver. En él se encuentra el diario de un integrante de Los Tres Círculos, donde cuenta cómo se inició la operación y el tipo de participación que tuvo en ella.  La lectura que hace Rossi del diario cubre más de la mitad de la novela. Al final, el papa no renuncia, por lo que los complotados deben actuar de una manera más contundente...
La idea central del libro es más que interesante. Además, hoy en día tiene un valor casi profético: un papa ha renunciado (Benedicto XVI), siendo sucedido por un jesuita (Francisco) que ha tomado posturas originarias de fuertes polémicas (como el apoyo a los gobiernos populistas de Latinoamérica).
Lamentablemente, la ejecución que hace J.J. Benítez de esta gran idea tiene como resultado una novela bastante mala. Hay largas descripciones de las operaciones que preparan la renuncia del papa, que pecan de una prolijidad exasperante. Benítez detalla las actividades de los agentes de la operación de forma cronometrada, indicando hora y minutos de cada tarea; parece más el borrador de un novelista de su obra terminada. Hay un par de intentos de insertar la numerología para explicar la relación de ciertos eventos, intentos muy tirados de los pelos y que agregan más inverosimilitud de la que la novela ya tiene. Uno de los agentes se convencido de hacerse las intervenciones quirúrgicas necesarias para parecerse al cardenal Lomko y de esa forma sustituirlo para operar desde dentro del Vaticano; el agente acepta, entre otras cosas, porque tiene sida y cree que en seis años habrá muerto de todas formas. Más allá de este detalle bizarro, uno se pregunta si no era más fácil sustituir al mismo papa y de esa manera provocar una “renuncia” lisa y llana. Cerca del final, se agregan más interrogantes, los cuales no llevan a ningún lado y  trivializan la historia definitivamente, como el destino del libro rojo, que el capitán Rossi debe entregar a las autoridades.
La gloria del olivo pudo haber sido una novela amena; sin embargo, termina convirtiéndose en una experiencia agotadora y sin beneficios en cuanto al placer o al conocimiento de las internas vaticanas. Creo que su único activo es haber avisado sobre el avance que podía tener algún día el populismo sobre la Iglesia Católica. Ese día ha llegado.

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